- Más totumo, menos uso del plástico piden los productores de este fruto, que ven en sus productos una alternativa sostenible y amigable
En un momento en que el planeta clama por menos plástico y menos basura, desde los Montes de María, al norte de Colombia, la comunidad de Ovejas ha dicho basta al uso de desechables. Allí, en medio de música de gaitas, charlas académicas y el aroma a suero costeño y yuca recién cocida, el totumo —sí, ese fruto de corteza dura y alma generosa— volvió a brillar como alternativa sostenible y símbolo de resistencia cultural.
Doña Isabel María Díaz, una mujer sabia y decidida habla con voz firme y sonrisa amplia, no sólo enseñó a los asistentes a comer de totumo, sino que también habló de la urgencia de rescatarlo como símbolo de identidad campesina y de defensa del medio ambiente.
“El totumo es nuestra respuesta al plástico, a los platos y vasos que solo sirven una vez y después inundan los ríos y las calles”, dijo mientras sostenía uno de los más de 200 recipientes que se usaron en un encuentro de saberes realizado en el 2021. Y no era cualquier utensilio: platos hondos, pandos, cucharas, vasos y hasta vineras, todos tallados a mano, siguiendo una tradición que se resiste a morir.
Pero el totumo no es solo un utensilio. Isabel recuerda, mientras alista los platos para servir el almuerzo comunitario, que la corteza del totumo y sus semillas tienen propiedades medicinales que las comunidades rurales conocen desde hace siglos. «Sirve para el asma, la tos, para bajar la presión, para limpiar el cuerpo por dentro y por fuera. Antes que botellas y remedios de farmacia, estaba el totumo», dice mientras acomoda ñame y arroz con fríjol en las cáscaras brillantes que parecen de madera pulida.
El menú, servido en totumos, fue una auténtica declaración de principios: arroz con fríjol, carne de cerdo, yuca, berenjena y ñame, todo acompañado por suero costeño y cocadas de postre. Nada de empaques plásticos ni cubiertos desechables. Hasta las servilletas fueron hojas de palma, demostrando que es posible realizar eventos masivos sin dejar huellas de basura.
El totumo, árbol de vida y subsistencia
Aunque muchas personas asocian el totumo únicamente con los pueblos del Caribe, la realidad es que el árbol crece en distintas regiones del país: desde la sabana sucreña y cordobesa, hasta zonas del Tolima Grande y Huila. Sus frutos, grandes y redondos, son recolectados cuando están maduros y, tras secarlos y vaciarlos, se convierten en objetos útiles: jarras, lámparas, cucharones, alcancías, e incluso instrumentos musicales.
En ciudades como Ibagué, Neiva y Villavicencio, algunos colectivos ecológicos han comenzado a recuperar el uso del totumo para promover mercados artesanales libres de plástico. Incluso, diseñadores jóvenes han empezado a darle un giro contemporáneo: bolsos, lámparas y macetas hechas de totumo que se venden en ferias locales, dando empleo a familias campesinas.
«El totumo es un árbol que da más de lo que la gente cree. No sólo es fruto, es cultura, es resistencia», dice don Manuel Ortega, artesano quien desde hace años vive de transformar el fruto en vajillas completas. Además, recuerda cómo en los Llanos el totumo se usaba como recipiente para guardar guarapo y leche, o como maraca para las fiestas.
Educación ambiental desde la raíz
Los organizadores del Encuentro de Saberes Ancestrales no sólo quisieron hablar del totumo como objeto útil, sino también promover la conciencia ambiental en niños y jóvenes, quienes participaron en talleres de elaboración de objetos a partir del fruto. «Si desde pequeños les enseñamos a valorar lo nuestro, vamos a tener adultos que no dependan de lo desechable», explicó Isabel María Díaz.
El uso del totumo es, también, un acto de resistencia frente a la globalización del plástico y las importaciones. Mientras miles de platos y vasos de poliestireno llenan los basureros tras cada fiesta, estos campesinos y sabedores recuerdan que antes el campo se abastecía con lo que la naturaleza daba, sin contaminar ni gastar de más.
Además, frente a la pobreza que golpea muchas veredas, el totumo es una fuente de subsistencia digna. Por cada fruto se pueden sacar hasta cuatro piezas útiles y vendibles. «Si la gente se anima, esto puede ser un ingreso seguro para las familias campesinas», dice Manuel Ortega, mientras muestra orgulloso una vajilla completa lista para ser entregada a una familia de Cartagena que hace tiempo cambió el plástico por el totumo.
El totumo como símbolo político y cultural
«Cuando yo sirvo comida en un totumo, estoy diciendo que soy campesina, que respeto la tierra y que quiero un mundo limpio», explica doña Isabel, mientras recoge los platos ya lavados, listos para otra jornada. En su visión, el totumo se convierte en una bandera silenciosa de lucha contra la contaminación, pero también de orgullo por el saber campesino.
«No podemos seguir hablando de cultura si al final del día dejamos bolsas, vasos y platos tirados por todas partes», advirtió una de las líderes comunitarias, se hace necesrio poner sobre la mesa el debate sobre cómo estamos consumiendo y celebrando en los eventos campesinos, por ejemplo.
El totumo, entonces, pide pista en los eventos comunitarios de todo el país. No solo como un utensilio práctico, sino como un símbolo de resistencia, de cuidado ambiental y de amor profundo por lo que somos. Desde Ovejas hasta las ciudades, el mensaje queda claro: comer en totumo es volver al origen y dar un paso hacia un futuro más limpio.