- En Algeciras, donde las cicatrices de la guerra aún atraviesan las montañas, dos miradas se encuentran: la de quien carga una ausencia de casi dos décadas y la de quien, desde el otro lado de la historia, ofrece un camino para sanar. Entre palabras, lágrimas y silencios, florece una esperanza que se aferra al perdón para reconstruir la vida.
Sus ojos se encontraron por primera vez en el taller «Tu Voz Cuenta» evento realizado por el Fondo Colombia en Paz en el 2021, un espacio donde la palabra se hace puente y el silencio, por fin, se rompe. Entre más de treinta asistentes, Rosa y Ramiro compartieron un mismo aire y un mismo dolor. Allí, en medio de ejercicios de memoria y narrativas de paz, aprendieron que la esperanza también se escribe a dos voces, aunque esas voces provengan de orillas distintas.
Rosa lleva dieciocho años buscando a su hermano desaparecido, dieciocho años de preguntas sin respuesta, de noches en vela y de una madre que llora frente a una ausencia que nunca se llena. Ramiro, por su parte, fue integrante de la columna móvil Teófilo Forero de las FARC. Lo conocían como «el médico», porque mientras la guerra rugía, él se dedicaba a salvar vidas en los corredores del Huila y Caquetá. Hoy, es firmante del Acuerdo de Paz y, desde su propio tránsito, busca también sanar.
En aquel encuentro, no hubo gritos ni reproches, sino palabras tejidas con hilos de humanidad. Rosa pidió la palabra y, con voz quebrada, se dirigió a Ramiro. No lo hizo para culparlo, sino para pedirle algo que lleva esperando casi dos décadas: «Ayúdeme a encontrar los restos de mi hermano. Mi madre necesita enterrarlo, y yo también necesito poder cerrar esa herida». Y Ramiro, con la mirada baja pero firme, se comprometió a acompañarla en esa búsqueda dolorosa, consciente de que la verdad también es un derecho para las víctimas.
Entre los asistentes, el ambiente se llenó de esa mezcla de dolor y esperanza que solo ocurre cuando las palabras son verdaderas. Ramiro habló después de los desafíos que enfrenta la paz, de la necesidad de proteger a quienes firmaron los acuerdos y hoy se la juegan por la reconciliación. También habló del perdón, no como olvido, sino como un camino que puede darle sentido al pasado. Y para sellar ese momento, cantó una canción de su autoría, una melodía que hablaba de reconciliación, dignidad y un país que aún sueña con vivir en paz.
Rosa se levantó, se acercó y lo abrazó. «No hay espacio para el odio en mi corazón», le dijo. Su hermano fue, quizás, una víctima de ese mismo conflicto que también dejó cicatrices en quienes, como Ramiro, empuñaron las armas. Hoy, desde la experiencia y el dolor, Rosa es lideresa de mujeres en Algeciras, acompañando a otras víctimas que, como ella, buscan respuestas. «La historia de mi hermano me hizo fuerte, me convirtió en la mujer que hoy ayuda a otras mujeres», susurra, con la mirada limpia.
Ambos hicieron un pacto: buscar juntos, desde orillas distintas pero ahora unidas, esa verdad que dignifique la vida de un hermano, de una madre y de un pueblo entero. «No será fácil», advirtió Ramiro, «pero pondré alma, corazón y vida en esa búsqueda». Un pacto que esperan honrar, como le dijeron a todos los asistentes, con la esperanza de que algún día puedan llevar esos restos hasta la tumba de la madre de Rosa, y, con ese acto simbólico, darle un descanso a tanta tristeza acumulada.
Mientras tanto, Rosa y Ramiro siguen caminando juntos en el proceso «Voces del Territorio», una propuesta colectiva que se propuso ponerle palabras a la memoria, al dolor y también a la esperanza. Porque en Algeciras, donde la guerra sembró miedo, hoy brotan otras semillas: las de la verdad, el perdón y la paz que aún sueñan con ser una realidad.
Quizá no puedan borrar el pasado, pero Rosa y Ramiro demostraron que sí es posible escribir un futuro distinto. Un futuro donde la verdad, la memoria y el perdón no sean solo palabras, sino puentes que unan lo que la guerra dividió. En Algeciras, la paz no es un discurso, es un acto de valentía.