En los rincones donde no llega el asfalto ni el hospital, Mama Gallo era la esperanza. Hoy su voz se apaga en la tierra, pero su legado canta en el vientre de la memoria.
El 3 de julio de 2025 partió de este mundo Graciliana Caicedo, más conocida como Mama Gallo, una mujer que durante más de seis décadas fue sinónimo de vida en el Pacífico colombiano. En las selvas húmedas, en los caseríos sin puesto de salud, su nombre era invocado como el de una sabedora, una protectora, una madre colectiva.
Fue fundadora de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (ASOPARUPA), pero su legado va más allá de cualquier sigla. Su casa fue refugio, escuela y sala de partos improvisada. Acompañó a mujeres en el embarazo, el parto y el posparto, sanó con plantas y cantos, curó el mal de ojo y el espanto, y tejió comunidad con sus manos sabias.
En territorios olvidados por el Estado, donde una ambulancia es un sueño y un hospital queda a días de camino, las parteras como Mama Gallo han sido el único sistema de salud confiable. Su conocimiento, transmitido de abuela en abuela, combina lo clínico con lo espiritual, lo científico con lo simbólico.
“Era partera, pero también curaba el alma. Identificaba males que no aparecen en los libros, pero que enferman a nuestros pueblos”, recuerda Luz Stella Cuero, su compañera de lucha en ASOPARUPA.
Mama Gallo no sólo trajo hijos al mundo, también formó a otras mujeres, sembró escuela, dejó discípulas. Su vida fue entrega silenciosa y digna. Su partida, dicen quienes la amaron, no es una despedida, sino una invocación a seguir cuidando la vida como ella lo hizo: con manos limpias, corazón fuerte y raíces profundas.
Hoy, mientras su cuerpo regresa a la tierra, su obra resuena en las comunidades que ella ayudó a parir. En medio del duelo, se organiza una Cumbre Mundial de Partería Tradicional, un sueño que Mama Gallo acarició durante años y que sigue enfrentando trabas por la falta de respaldo institucional.
“No pedimos favores, exigimos justicia histórica para nuestras maestras”, dicen desde ASOPARUPA. “Esta causa no puede esperar. Sus muertes no deben ser el final, sino el inicio de una política de reconocimiento real”.
La Asociación también lanzó un llamado urgente a los sectores del Gobierno que han incumplido compromisos para apoyar este evento. A pesar de su legado, Mama Gallo vivió en condiciones precarias, sin que su entrega se tradujera en garantías básicas.
“Que su legado no sea flor de homenaje, sino semilla de transformación”, claman sus compañeras.
En los pueblos del Pacífico, donde la selva abre paso al nacimiento y la medicina ancestral aún susurra vida, Mama Gallo seguirá pariendo futuro desde el mundo espiritual.
🌿 Que su memoria sea llama y no ceniza.
🌍 Que su voz siga guiando cada nuevo nacimiento donde el Estado aún no llega.