Opinión

¿Por qué hay más fila en el baño de mujeres?

Al construir centros comerciales o realizar eventos masivos, los organizadores deben considerar que el baño de mujeres debe ser, al menos, el doble que el de los hombres. Este dato aparentemente trivial conduce a una discusión urgente: la igualdad no se logra sin equidad.

La espera en el baño de mujeres no es solo una incomodidad cotidiana, sino también un síntoma de una sociedad que ha diseñado sus espacios desde un enfoque masculino. Mientras los baños masculinos suelen contar con más unidades funcionales debido al uso de orinales, los femeninos requieren más tiempo de uso y, por tanto, más unidades para garantizar una atención equitativa.

Esta problemática, aparentemente menor, revela una de las tantas formas en las que el espacio puede discriminar. Desde la arquitectura hasta el urbanismo, muchos de los espacios públicos han sido diseñados sin considerar las necesidades específicas de las mujeres. Por eso, cuando se planean eventos o se construyen edificios, la equidad en los servicios sanitarios debería ser una regla, no una excepción.

La llamada geografía feminista propone mirar el territorio y los espacios urbanos desde la experiencia de las mujeres. Esto implica cuestionar la neutralidad aparente del espacio público y reconocer que factores como la accesibilidad, la seguridad, y hasta la disponibilidad de baños, tienen impactos diferenciados según el género.

Un ejemplo concreto de esta mirada es el trabajo de Geochicas, un colectivo internacional que agrupa a más de 230 mujeres de 30 países, entre maperas, geógrafas, antropólogas, programadoras y comunicadoras. Ellas han desarrollado proyectos que visibilizan fenómenos ignorados por la cartografía tradicional, como la distribución desigual de servicios o la falta de seguridad para las mujeres en ciertas zonas urbanas.

Su trabajo parte de una premisa clara: el espacio no es neutro. Cada mapa, cada diseño urbano, cada decisión arquitectónica puede incluir o excluir, visibilizar o invisibilizar. Por eso, avanzar en igualdad de género también implica transformar el modo en que concebimos y habitamos los espacios.

La fila del baño es solo un síntoma. El fondo del asunto es cómo garantizar que las mujeres tengan acceso igualitario y digno a los servicios públicos, y cómo lograr que la planificación urbana reconozca que la equidad no es un privilegio, sino una condición para una sociedad verdaderamente justa.

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