Región Caribe

María La Baja renace entre ciénagas, bosques y montañas

  • Habitantes del municipio y sus corregimientos desarrollaron una oferta de destinos de naturaleza con la que visibilizan los ecosistemas y especies locales, mientras promueven su conservación. Además, comparten las historias de resiliencia del territorio.

María La Baja, tierra amañadora, rodeada de ciénagas, montañas e interminables caminos rurales que conectan al municipio con el resto de los Montes de María, ha construido una ruta ecoturística en la que cada sendero está marcado por la sonrisa de quienes, con orgullo, explican el valor de cada lugar.

Allí, al norte de Bolívar, la comunidad es protagonista a la hora de visibilizar esa riqueza natural y cultural que, por décadas, estuvo oculta a causa del conflicto armado. Y aunque aún persisten desafíos en cuanto a infraestructura y seguridad en puntos específicos del departamento, María La Baja ha recibido más de 200 turistas nacionales en el último año a través de la vía Troncal de Occidente.

Todos ellos atraídos por la curiosidad de saber cómo es que esta población, con 49 mil habitantes, ha convertido la riqueza de sus paisajes en un motor de desarrollo, apostando por el turismo de naturaleza a pesar de estar al lado de otros destinos más consolidados como Cartagena de Indias o Coveñas y San Onofre, en Sucre.

«El turismo nos permite mostrar nuestras riquezas culturales, paisajísticas y características de paz mediante la integración de bienes y servicios locales que permiten activar la economía local, todo bajo un modelo comunitario y sostenible».

— Sol Milena Rodríguez, gerente de Risas del Sol Tour

Risas del Sol Tour es la principal operadora turística del municipio. Nació hace más de seis años impulsada por Sol Milena Rodríguez, quien se describe a sí misma como «una mujer resiliente», con el deseo de mostrar todo lo bueno que su municipio tiene para ofrecer. Con el tiempo, la empresa ha consolidado dos rutas: una centrada en paz y cultura; y otra en destinos de naturaleza.

Avistamiento de aves y reconocimiento de la fauna y flora local con campesinos

Alrededor de 50 hectáreas de bosque seco tropical conforman la Reserva La Montañita, ubicada en el corregimiento de San Pablo, a aproximadamente 30 minutos en carro desde el casco urbano de María La Baja, seguidos de 15 minutos a caballo desde el centro del corregimiento.

Allí, un grupo de cinco campesinos, conocidos como ‘los guardianes de La Montañita’, han dedicado buena parte de su vida a velar por el equilibrio del ecosistema. Supervisan, por ejemplo, que la presencia del ganado no convierta a la reserva en un potrero, que las personas no ingresen a cazar animales y que exista un control en la tala de árboles.

Explican su trabajo con pasión y propiedad. Dicen que la conservación no es algo de ahora, sino un legado que les dejaron sus abuelos.

El recorrido arranca a las 5:00 a.m. y tiene una duración promedio de tres horas. Allí, en medio del bosque seco tropical, el silencio solo es interrumpido por la diversidad de cantos de aves que llegan, de a poco, a posarse sobre las ramas más altas de los árboles mientras ellos las observan e identifican con solo escuchar su canto.

«Esa es ‘la palomita de la muerte’. Aquí se dice que aparece para avisar que alguien va a morirse, pero ojalá se haya equivocado hoy de lugar», bromea uno de los campesinos.

En La Montañita, los visitantes pueden encontrar fauna característica de la región, como el oso perezoso, el tití cabeciblanco (en peligro crítico de extinción), la golondrina, el chavarri (Chauna chavaria), guacamayas, el búho aurora (Glaucidium brasilianum) y la guacharaca (Ortalis ruficauda), entre otras especies.

Los guías del recorrido son Libardo Torres (52 años), Felipe Guerra Mendoza (64), Rafael Gaviria Barrios (61), Emilio José Robles (41) y José Gregorio Gaviria (47). Acompañados por un biólogo experto en aves, explican las especies que aparecen y, al mismo tiempo, rescatan los mitos que rodean cada planta, mencionan sus nombres comunes, sus propiedades medicinales y destacan los árboles más antiguos, algunos con más de 300 años. Todo mientras celebran con emoción cada nuevo avistamiento.

«Me considero satisfecho con estas visitas de quienes vinieron a conocer la bendición que Dios nos tiene aquí. Desde hace muchos años estamos protegiendo los árboles, las aves y los peces. Nuestros ancestros nos enseñaron. Y como nosotros somos personas del campo, conocemos bien el ambiente. San Pablo es donde está la bendición natural de Bolívar».

— Felipe Guerra Mendoza, campesino y cuidador de la Reserva

Según datos de expertos en avifauna, el norte de Bolívar cuenta con 548 especies de aves, 16 de ellas casi endémicas y 2 endémicas: el colibrí coroniazul (Oxypogon cyanolaemus) y el periquito del Sinú (Pyrrhura subandina).

Aunque entidades como Fontur apoyan los proyectos de turismo en la región, los campesinos hacen un llamado a las autoridades ambientales para fortalecer su presencia en el lugar con capacitaciones, apoyo técnico e infraestructura. Especialmente, piden un proyecto para cercar la reserva y evitar el ingreso de ganado.

«Hacemos un llamado a las entidades como Cardique para que nos colaboren con esa parte, con un proyecto en el que logremos el encerramiento de nuestra reserva natural», puntualiza Libardo Torres.

La Ruta del Pescador: viaje por las ciénagas de María La Baja

María La Baja es reconocida por su riqueza hídrica, con una gran cantidad de cuerpos de agua, entre ellos la Ciénaga de María La Baja, los embalses Arroyo Grande-El Playón y Matuya, y el pondaje El Viento. Todos ellos pueden ser visitados en recorridos en lancha que ofrece la comunidad, acompañados de muestras culturales de bullerengue, champeta y gastronomía típica.

Esta ruta es ideal tanto para quienes viven en municipios cercanos y buscan una experiencia de naturaleza sin largos desplazamientos, como para aquellos interesados en realizar investigaciones sobre agricultura, ecoturismo y gestión de recursos hídricos.

La Ciénaga de María La Baja es una de las más grandes del país y su distrito de riego y drenaje abarca unas 19 mil hectáreas. Desde 1968, cuando fue creada por orden del expresidente Carlos Lleras Restrepo, abastece de agua al sector agrícola, proporciona suministro para consumo y uso diario, facilita la comunicación entre veredas y fomenta la pesca artesanal, una de las actividades tradicionales más importantes del municipio.

Por décadas, María La Baja fue considerada “la despensa agrícola de Bolívar”, gracias a la riqueza de sus suelos para cultivos de frijol, melón, maíz, patilla y arroz, este último el más representativo.

Sin embargo, el conflicto armado y la expansión de las plantaciones de palma de aceite transformaron el uso de la tierra y las dinámicas campesinas. Aunque algunos ven en la palma una fuente de empleo, otros lamentan la disminución de los cultivos tradicionales.

Mientras tanto, María La Baja sigue apostando por el ecoturismo comunitario como una manera de contar su historia de resistencia y cuidar sus ecosistemas. Allí, donde el verde de las montañas se mezcla con el azul de las ciénagas, la comunidad sigue escribiendo un nuevo capítulo, hecho de naturaleza y esperanza.

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