- Pasados casi cuatro meses, en el Catatumbo se aprecia con dolor el abandono de las mascotas. Aunque sus dueños quisieran tenerlos a su lado, esa tarea por ahora es imposible
Los enfrentamientos entre los diferentes actores del conflicto en el Catatumbo tienen además de los más de 59.000 desplazados otras victimas más que sin quererlo quedaron atrapados en el territorio. Son las macotas y animales de apoyo, aquellas que sus dueños no pudieron llevar al salir con tanta prisa de sus casas tratando de salvaguardar sus vidas.
Quizás, una de las pocas que prefirió quedarse en el territorio fue Isabel Rincón, quien se negó a abandonar su territorio para cuidar de sus 45 perros y 17 gatos; han mostrado por redes sociales la violencia contra los animales y el dilema humano de desprenderse de sus mascotas y animales de cría.
Otros no pudieron hacer lo mismo, como Heiny Camila Gómez, joven residente desplazada de Tibú, contó al diario La Opinión de Cucutá que, con pesar, dejó atrás sus cuatro mascotas y los peces que servían de sustento a su familia: “Los animales llevaron la peor parte del conflicto porque tuvieron que lidiar con la repentina soledad en sus casas, sin saber cuándo volvería a ser todo normal”.
Más adelante con el dolor de saber que dejó parte de su corazón en el territorio indica que “es la acción de desapego que tiene uno que vivir, uno sabe que tiene que salir, es la vida suya o dejarlos solos”, la misma situación que viven miles de familias no solo de Tibú, norte de Santander.
La caravana de la esperanza
Las mascotas quieren buscar sus cuidadores, por eso, resulta desgarrador ver como en los caminos se encuentran diferentes perritos que siguen el ruido de las motos, esperando llegar a buen puerto, esperando encontrar esa mano amiga que no solo les brinde comida, sino lo más importante, amor. Ya en la carretera se pudo apreciar dos perros que quizás fueron atropellados, porque por mucho que quieran recogerlos o adoptarlos, el miedo a la muerte no les permite parar.
Isabel Rincón,no salió de su parcela, son más de 30 años en el territorio, un arraigo díficil de abandonar, que se suman a las precarias condiciones en las que viven quienes recoben ayuda del Estado. Rincón dijo: “sentimos mucho temor al vernos solos porque la mayoría de los vecinos se fueron”. Su casa ahora es como ese punto de encuentro de muchas de esas mascotas que han encontrado en su casa, un lugar seguro.
Según un censo realizado por la Personería Municipalde Cucutá, son más de 1.000 animales ingresaron a Cúcuta y su área metropolitana y que requieren atención por parte de veterinarios, así como de alimentos. La buena noticia es que para el 25 de marzo iban ya más de 4.4 toneladas de ayudas, entre alimentos, medicamentos e insumos útiles para su sostenimiento.