Crónicas

La deconstrucción de las etiquetas, la apuesta de la activista Yuliana Ángel Sanabria  

  • Yuliana Ángel es toda una autoridad en el Caribe colombiano; su voz es firme y su eco identifica a muchas personas de la comunidad LGBTIQ+ del país.  

Yuliana Ángel Sanabria Ospino lleva con orgullo ese ímpetu que da la juventud y la experiencia de resistir. Su estatura de más de 1.80 metros no solo impone presencia física, sino también una altura moral y política que la hace visible y necesaria en los espacios donde se lucha por la vida y los derechos. En cada uno de los encuentros pedagógicos y de saberes que se realizan en diferentes territorios del país, Yuliana emerge como una voz que incomoda, que cuestiona y que propone.  

Activista de los derechos humanos y defensora de las diversidades, Yuliana, desde Valledupar, trabaja incansablemente junto a su colectivo en la construcción de lo que llaman una «geografía de la esperanza», una propuesta que va más allá de las políticas de escritorio y que se conecta con las luchas reales de las comunidades trans, campesinas, indígenas y afrodescendientes. «Cuando hablamos de geografía de la esperanza, hablamos de la reexistencia, de la vida digna, de la posibilidad de existir sin miedo, de ocupar el espacio público sin tener que pedir permiso para ser quienes somos», asegura.  

Desde su mirada crítica y profunda, Yuliana insiste en que la lucha trans no se puede reducir a una bandera ni a una etiqueta. «No estamos solo hablando de identidad de género, estamos hablando de género en general, de cómo se nos niegan derechos básicos, de cómo la violencia de género atraviesa nuestros cuerpos, nuestras familias y nuestras comunidades. Nos damos ese abrazo sonoro, de hermandad, porque necesitamos construir juntos una sociedad donde todas las personas tengamos cabida, sin importar cómo nos veamos o a quién amemos».  

«Para nosotros, las palabras ‘machismo’ y ‘feminismo’ necesitan ser revisadas desde las realidades que vivimos en los territorios», agrega Yuliana. «Porque nuestra lucha no solo es por nosotras las trans, es por la mujer que vive violencia en el Cesar, por la mujer indígena del Tolima, por la mujer negra del Pacífico, por las niñas y adolescentes de Colombia que no encuentran espacios seguros. Es una lucha por la vida, por las mismas oportunidades, por la dignidad de todos los cuerpos y todas las existencias».  

Además de ser una figura visible, Yuliana hace parte de un colectivo que trabaja por resignificar las narrativas locales, cuestionando las etiquetas impuestas y las categorías sociales que históricamente han estigmatizado a las personas diversas. «Nuestra apuesta está en deconstruir esos discursos que nos niegan, que nos reducen. Queremos construir otras formas de mirarnos, de nombrarnos, de estar juntos», señala.  

Uno de los grandes retos que visibiliza Yuliana es el acceso a los derechos fundamentales para la población trans, especialmente en zonas rurales donde ser trans aún significa poner la vida en riesgo. «Seguimos enfrentando barreras para acceder a la salud, a la educación, al trabajo digno. No solo por ser trans, sino por ser pobres, por ser de región, por vivir en territorios donde la violencia no ha parado», denuncia con firmeza.  

Para ella, el proceso de paz también debe ser una oportunidad para poner en el centro de la conversación las violencias basadas en género que viven las mujeres trans, muchas de las cuales han sido víctimas del conflicto armado y hoy siguen esperando reparación y justicia. «No podemos hablar de paz si no hablamos de las vidas trans que siguen siendo silenciadas, que siguen siendo asesinadas. La paz debe incluirnos, debe garantizarnos vivir libres de violencia», reclama.  

Finalmente, Yuliana convoca a la sociedad a abrir los ojos y los oídos: «La lucha trans es una lucha por la humanidad, por la vida digna, por una Colombia que abrace sus diversidades. No queremos solo tolerancia, queremos respeto, queremos justicia, queremos amor del bueno, ese amor que transforma y que salva vidas», concluye con la convicción de quien sabe que la palabra es un arma poderosa para resistir y para construir futuros posibles.  

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